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miércoles, 24 de julio de 2013

Los Enamoramientos 3

No podemos pretender ser los primeros, o los preferidos, sólo somos lo que está disponible, los restos, las sobras, los supervivientes, lo que va quedando, los saldos, y con eso poco noble con lo que se erigen  los más grandes amores y se fundan las mejores familias, de eso provenimos todos, producto de la casualidad y el conformismo, de los descartes y las timideces y los fracasos ajenos, y aun así daríamos cualquier cosa a veces por seguir junto a quien rescatamos algún día de un desván o una almoneda, o nos tocó en suerte a los naipes o nos recogió de los desperdicios; inverosímilmente logramos convencernos de nuestros azarosos enamoramientos, y son muchos los que creen ver la mano del destino en lo que no es más que una rifa de pueblo cuando ya agoniza el verano…

-Javier Marías

Los Enamoramientos 2

Es otro de los inconvenientes de padecer una desgracia: al que sufre los efectos le duran mucho más de lo que dura la paciencia de quienes se muestran dispuestos a escucharlo y acompañarlo, la  incondicionalidad nunca es muy larga si se tiñe de monotonía. Y así, tarde o temprano, la persona triste se queda sola cuando aún no ha terminado su duelo o ya no se le consiente hablar más de lo que todavía es su único mundo, porque este mundo de congoja resulta insoportable y ahuyenta.

Se da cuenta de que para los demás cualquier desdicha tiene fecha de caducidad social, de que nadie está hecho para la contemplación de la pena, de que ese espectáculo es tolerable tan sólo durante una breve temporada, mientras en él haya aún conmoción y desgarro y cierta posibilidad de protagonismo para los que lo miran y asisten, que se sienten imprescindibles, salvadores, útiles.
Pero al comprobar que nada cambia y que la persona afectada no avanza ni emerge, se sienten rebajados y superfluos, lo toman así como un ofensa y se apartan: " ¿Acaso no le basto? ¿Cómo es que no sale del pozo, teniéndome a mí a su lado? ¿Por qué se empeña en su dolor, si ya ha pasado algún tiempo y yo le he dado distracción y consuelo? Si no puede levantar la cabeza, que se hunda o desaparezca".
Y entonces el abatido hace esto último, se retrae, se ausenta, se esconde.

-Javier Marías.

miércoles, 10 de julio de 2013

Los enamoramientos


Se espera que transcurra el tiempo en la ausencia pasajera del otro —del marido, del amante—, y en la indefinida, y en la que no es definitiva pese a tener pinta de serlo y a que nos lo susurre persistente el instinto, al que decimos: " Calla, calla, apaga esa voz, todavía no estoy lista". Cuando uno ha sido abandonado, se puede fantasear con un retorno, con que al abandonador se la hará la luz un día y volverá a nuestra almohada, incluso si sabemos que ya nos ha sustituido y que está enfrascado en otra mujer, en otra historia, y que sólo va a acordarse de nosotras si de pronto le va mal en la nueva, o si insistimos y nos hacemos presentes contra su voluntad e intentamos preocuparlo o ablandarlo o darle lástima o vengarnos, hacerle sentir que nunca se librará de nosotras del todo, que no queremos ser un recuerdo menguante sino una sombra inamovible que lo va a rondar y acechar siempre; y hacerle la vida imposible, y en realidad hacerlo odiarnos.
En cambio no se puede fantasear con un muerto, a no ser que perdamos el juicio, hay quienes eligen perderlo, aunque sea transitoriamente, quienes consienten en ello mientras logran convencerse que lo sucedido ha sucedido, lo inverosímil y aun lo imposible, lo que ni siquiera cabía en el cálculo de probabilidades por el que nos regimos para levantarnos a diario sin que una nube plomiza y siniestra nos inste a cerrar los ojos de nuevo, pensando: "Bah, si estamos todos condenados. En realidad no vale la pena. Hagamos lo que hagamos, estaremos sólo esperando: como muertos de permiso, según dijo una vez alguien".

-Javier Marías.

martes, 9 de julio de 2013

Destino


































Eso es lo que los antiguos llamaban destino, y todos los héroes deben someterse a él. No hay elección, y si hay que hacer algo, es lo único que no deja elección. Pero detesta reconocerlo. Lucha contra ello, lo rechaza, siente náuseas. Pero eso es sólo porque ya lo sabe, y luchar contra ello es haberlo aceptado ya. Desear decir no es ya haber dicho si. Y cede gradualmente, rindiéndose al fin a la necesidad de lo que ha de hacer. Pero eso no quiere decir que no sienta miedo.

A partir de ese momento, hay una sola palabra que hable de él, y esa palabra es miedo.

-Paul Auster

Menso y re-menso.