Tiene muy pocos amigos, todos creen que es un apático; si nunca nadie lo ve, es porque se esconde en el ático; y cuando por fin se decide, todos le gritan: ¡Lunático!
Alegre, Don Bagre salió hacia el parque para encontrarse con su compadre. En la fuente el merlo le confesó su pena: de ese día no pasaba, iba a ser la cena.